Una temporada en el infierno, Arthur Rimbaud

En el camino hacia las profundidades del ser siempre nos encontraremos con el dolor , la desesperanza y el tormento, como si un infernal demonio rasguñara nuestro interior antes de volver a ascender entre las tinieblas del desencanto. Rimbaud simboliza con su infierno, el tiempo presente y el tormento intemporal.    

Ayer, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde corrían todos los vinos.
Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié.
Me armé contra la justicia
Huí. ¡Oh miseria, oh hechiceras, oh odio, a ustedes mi tesoro les confié!
Logré desvanecer de mi espíritu toda la esperanza humana. A toda alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia feroz.
Llamé a los verdugos para morder, agonizando, la culata de sus fusiles. Invoqué las plagas para ahogarme con la arena, la sangre. La desgracia fue mi dios. Me revolqué en el fango y me sequé en el aire del crimen. Y le jugué buenas trampas a la locura.
Y la primavera me trajo el horrible reír del idiota.
Y ahora, últimamente me he encontrado  muy cerca de irme al otro mundo he pensado en buscar la llave del festín antiguo, donde volvería tal vez a tomar apetito.
Esta llave es la caridad. ¡Esta inspiración demuestra que soñé!
«Serás siempre hiena, etcétera…», exclama el demonio que me coronó de dulces adormideras. «Gana la muerte con todos tus apetitos y tu egoísmo y los pecados capitales».
Ah, estoy harto: Pero amado Satán, te conjuro para que me veas con menos indigna, y en  espera de pequeñas infamias retrasadas, tu que amas  en el escritor la ausencia de facultades descrip­tivas o instructivas, desprendo, dedicadas para ti, estas hojas horribles de mi carnet de condenado.

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